martes, 6 de abril de 2010
DRAMATURGOS EXTREMEÑOS: García de la Huerta
Vicente García de la Huerta.
Zafra, 1734-Madrid, 1787.
Vicente García de la Huerta nació en Zafra, de padres que poseían una cierta nobleza. Cuando apenas cuenta tres años se desplaza con su familia hasta Aranda de Duero, localidad en la que viven durante diez años, al cabo de los cuales la familia se traslada a Madrid, pero esta vez sin Vicente, que se marcha a Salamanca a estudiar. En 1757 contrae matrimonio en la capital de España con Gertrudis Carrera, joven salmantina; se inicia en este momento el período de mayor prestigio social de García de la Huerta (le nombran archivero del Duque de Alba, miembro de las Academias de la Historia y de San Fernando, entre otros cargos) y uno de los de más fecunda producción literaria; es la época en que escribe, entre otros, su Endimión o la Égloga Piscatoria.
En 1766 se inicia un decenio de gran dureza en la vida del autor segedano, marcado por el enfrentamiento con el conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla. Sus posibles relaciones con la mujer de García de la Huerta, así como unas coplas difamatorias dirigidas contra Aranda –que éste atribuyó al poeta- motivaron su destierro de la Corte; dos años más tarde, y como consecuencia de un nuevo texto contra el conde –esta vez de carácter político-, García de la Huerta es recluido en el Peñón y posteriormente desterrado a Orán, ciudad en la que escribió y estrenó su Raquel.
Cuando en 1777 el conde de Floridablanca sustituye al de Aranda, se le levanta el destierro a García de la Huerta. Regresa a Madrid, donde se reintegra a su antiguo trabajo como bibliotecario de la Biblioteca Real. Estrena Raquel (1788), al tiempo que se enfrenta a numerosos escritores. Es probablemente ésta su época de más intensa producción literaria, caracterizada, sobre todo, por su encendida defensa de la tradición española frente a la influencia creciente de la literatura y cultura francesas. Falleció en Madrid, el 12 de marzo de 1787.
En la actualidad García de la Huerta es apreciado, sobre todo, por su teatro; su poesía, sin embargo, también merece algún interés. Cronológicamente, la poesía española específicamente neoclásica es muy tardía, puesto que durante la primera mitad del siglo lo único que encontramos son pervivencias de la lírica barroca; en algunos casos se trata de torpes imitaciones de Góngora, Quevedo o Lope de Vega, pero, en otros, podemos intuir el intento de algunos poetas de ir aclimatando la lírica de los grandes autores del siglo XVII a una nueva realidad y un nuevo concepto de la literatura.
Este último es probablemente el caso de Vicente García de la Huerta. En su extensa producción poética podemos encontrar numerosos poemas amorosos, bastantes conmemorativos, un largo romance morisco (que el propio autor califica de Imitación de D. Luis de Góngora) y un poema titulado Endimión, que está a mitad de camino de lo heroico y lo pastoril. No es, por lo tanto, un mero imitador de los autores barrocos, pero su poesía todavía está muy lejos de lo que más tarde sería la neoclásica.
Vicente García de la Huerta fue uno de los dramaturgos neoclásicos que más eco obtuvo en su época, sobre todo con su tragedia Raquel, obra que desató en su momento una encendida polémica y que todavía hoy es objeto de discusiones. La obra trata sobre los amores del rey Alfonso VIII con una mujer judía, Raquel. El tema debía tener una gran fuerza dramática, porque ya había sido tratado el siglo anterior por dramaturgos como Lope de Vega y Mira de Amescua. A García de la Huerta el asunto le sirvió para presentar y defender una visión de la monarquía de carácter antiabsolutista.
La obra se estrenó originariamente en Orán en 1772, durante el destierro de su autor, pero fue su reestreno en Madrid, en 1778, el que provocó el entusiasmo del público. La trama argumental de la obra nos presenta los amores del rey Alfonso VIII con la hermosa Raquel, judía de Toledo, mujer ambiciosa que provoca una serie de desórdenes políticos. Las ideas antiabsolutistas son expresadas fundamentalmente por uno de los personajes, Hernán García, quien denuncia la situación de opresión causada por Raquel; esto le lleva a enfrentarse con Garcerán Manrique, ricohombre que estima que el rey es intocable y su poder absoluto. Finalmente, pueblo y nobleza se alían para defender el reino y, en ausencia del monarca, Rubén, consejero de Raquel, la da muerte. Al regreso del rey, es ajusticiado Rubén.
Los estudiosos de la obra de García de la Huerta piensan que se sirvió de esta historia para referirse a sucesos muy cercanos en el tiempo, como los del Motín de Esquilache. Se trataría esencialmente del mismo problema: pueblo y nobleza aliados para luchar contra la influencia que ejerce sobre el rey un extranjero (el ministro Esquilache o la judía Raquel), de modo que se pueda apreciar el peligro que supone una rebelión del pueblo y las ventajas indudables –en opinión de García de la Huerta- de que el monarca se apoye en la alta nobleza española.
Desde el punto de vista formal, la obra se atiene a los principios de la poética teatral del Neoclasicismo: respeto de las unidades de lugar, tiempo y espacio, empleo de un único tipo de estrofa (en este caso el romance endecasílabo) y supresión de la figura del gracioso. Sin embargo, desde el punto de vista temático, se trata de una obra muy próxima a las que habían sido habituales en el siglo anterior en España. Así lo explicaba Menéndez y Pelayo:
En el fondo era una comedia heroica ni más ni menos que las de Calderón (...), con el mismo espíritu de honor y galantería, con los mismos requiebros y bravezas expresados en versos ampulosos, floridos y bien sonantes, de aquellos que casi nadie sabía hacer sino Huerta (...).
De este modo logra combinar García de la Huerta el intento de crear una tragedia de temática española (los hechos están sacados de la historia de nuestro país) con el entronque con la tradición teatral que había hecho de este género el de más aprecio popular.
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